Con todos sus cambios, el Siglo XX nos tuvo más o menos acostumbrados a dos formas de consumo de cine y música que parecían inmortales: El largometraje y el long-play. Ambos con una duración determinada y susceptibles de ser reproducidos cuantas veces lo permita el material en el que estaban plasmados, la introducción del VHS o el CD no cambió profundamente la estructura de aquellas: Un promedio de 90 minutos para el largometraje y unos 45 para el long-play.
Ahora, el nuevo siglo plantea un desafío en términos de rentabilidad y consumo. Por su parte, la música es muchas veces escuchada en tracks sueltos, a modo de compilado, sin ser parte de una obra unificada en un mismo concepto y forma. Por el otro lado, la rentabilidad ya no está en el álbum, si no en la gira en vivo, por lo que se puede producir una inhibición de la producción de música, o ésta puede ser solo una excusa para salir a revivir viejas canciones y cobrar dinero por ello. Estamos hablando de la producción con mayor facilidad de ser comercializada y ya no de las producciones independientes, conste.
Otro tanto es el de la producción audiovisual, afectada por la "siempre heroica piratería" tanto como la música, solo que sin una forma de conseguir dinero por fuera de su reproducción. En este sentido, cada vez hay menos disponibilidad por parte del espectador para pagar por ver cualquier película (y juzgando por el precio de las entradas hoy en día, con cierta razón) y la selección está mucho más filtrada que en otros tiempos, dejando criterios prioritarios como los efectos especiales y la belleza visual, mientras otras películas quedan en la lista de "ya la bajo por internet" o "si la veo por Parque Rivadavia la compro".
Es claro que pese a la piratería los grandes tanques van a sobrevivir por la simple fascinación del espectáculo, ¿Pero qué queda para los pelagatos como nosotros? Bueno, sin entrar en planteamientos de políticas de estado (que las podríamos hacer, pero queda para otro artículo), además de ver otros circuitos de financiamiento como festivales y crowdfundings, hay que también ir ajustándose a las necesidades y comportamientos de los espectadores. Pero el siglo recién empieza...
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