sábado, 16 de marzo de 2013

"NO": La reactualización de una época.


Cuando se analice en el futuro "No", la reciente película de Pablo Larraín, habrá que tener en cuenta el contexto en que se encontraba Chile durante su producción: Un gobierno neoliberal elegido democráticamente, que acaba de salir de una crisis educativa-universitaria por medio de la represión. Con esta etapa y el plebiscito que le dijo basta a la dictadura de Pinochet dialoga este largometraje, que será utilizado para la apertura de la edición 2013 del BAFICI.

El relato se centra en la figura de René Saavedra, trabajador de una empresa de publicidad que decide colaborar con la campaña para recuperar la democracia en el plebiscito de 1988. El film comienza inteligentemente con él vendiendo uno de sus trabajos: "Tengan el contexto social actual para ver esto. Hoy Chile mira a su futuro". A continuación, vemos una publicidad de gaseosa, seguido de un discurso para enganchar a los jóvenes como target: Quieren rebeldía, quieren renovación. Con el espíritu de una época pretérita devenida en 1988 y hoy como marketing, ya no podemos distinguir el discurso publicitario del discurso político, porque después del pinochetismo vendría a ser lo mismo.

Durante las discusiones de campaña, se plantearán dos posturas vistas a través de dos anuncios. En uno, el de la rama más política del equipo, figuran imágenes en blanco y negro de la represión y el golpe de 1973 mientras se da información sobre los muertos, torturados y exiliados. En otro, un rejunte de imágenes de alegría, baile y diversión como sinónimo de libertad. El dilema ético sobre la omisión de las víctimas y la memoria a cambio de ganar una campaña se presenta, y se decidirá incluir esto dentro del escaso espacio nocturno que les fue cedido a la coalición, pero por fuera del anuncio. A la larga, se comprobará lo acertado que fue buscar la victoria democrática a través de la alegría, pues todas las campañas políticas lo terminarían haciendo. Y de hecho, es algo que olvidó la propaganda pinochetista sobre el final, muy desactualizada de cosas tan básicas como el uniforme militar de Pinochet: Solo durante 1988 se vistió de civil, cosa que otro dictador, Franco, ya había comprendido en los años '50.



Pablo Larraín afirma haber hecho una decisión nostálgica en cuanto al estética del film: La reconstrucción material de una época a través de su escenografía, visto por una vieja cámara de video U-matic 3:4. En mi opinión, creo que no es nostalgia lo que hay en la película, pues la nostalgia tiende a fosilizar lo retratado, siempre con cierta dosis de ñoñez; más bien se trata de otra palabra utilizada por el autor: "Memoria". No solo se apela a la memoria colectiva a través de esta decisión, si no que los fragmentos documentales se funden perfectamente con la ficción, de forma tal que el espectador, al naturalizar el aspecto visual de la película, percibe lo antiguo y real con la misma identificación y actualización que la ficción. De esta forma, no hay diferencias entre la represión de los carabineros pinochetistas y las ocurridas en 2011 contra grupos de estudiantes; así como la absurda prédica anticomunista de Pinochet y sus actuales herederos ideológicos. Sí se puede establecer una diferenciación con el hoy en el acoso y la violencia que sufren los protagonistas en su propia intimidad; dicho de otra forma, la apertura democrática permitió el debate y la militancia siempre y cuando estos aspectos no copen el espacio público.

Sin dejar de reivindicar la democracia, "No" se constituye como un film crítico, con la debida distancia cronológica y afectiva de los hechos reales para no incurrir en un relato épico o heroico: Sobre el final, cuando se informa la increíble victoria del No -los personajes tardan un poco en caer-, el fervor copa las calles, pero la cámara se enfoca en el rostro de René, a quien se le puede ver una emoción contenida, una alegría de poca certidumbre.


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