miércoles, 3 de octubre de 2012

El rock del subdesarrollo



Bueno, acabo de ver "El Último Elvis", ópera prima de Armando Bo y candidata a ser enviada a los Oscar, habiendo perdido por pocos votos.

Para empezar, la película resultó menos deprimente de lo que me esperaba. Habiendo visto el trailer imaginé un relato de decadencia personal, cosa que es en parte, pero sin ensañarse con ello. Más bien la historia varía entre esto último y la reconciliación de un hombre con su aspecto paternal, a pesar de no terminar de asumirlo: Lo constante de la película es la persistencia del hombre en creer su propia fantasía sin necesariamente perder la cordura. El personaje interpretado por John McInerny no es del todo empático, por el contrario, la mayor parte de las escenas resulta opaco e impredecible, errático. No podemos entender sus acciones del todo y tampoco importa mucho, el relato busca mostrar su humanidad a partir de su pasión por la música y los intentos que tiene por acercarse a su hija.

Algo que me gustó mucho fue la decisión de mostrar esa globalización venida a menos que rodea el personaje: Su auto viejo, las autopistas, los aeropuertos, la decadente pista de patinaje sobre hielo a la que lleva a su hija, el sandwich de mantequilla de maní que a nadie le gusta. Como una forma de demostrar hasta donde llega la influencia norteamericana, como una forma de demostrar la angustia de no ser de Carlos Gutiérrez, quien desprecia hasta su propio nombre y prefiere vivir la fantasía.

La película es apreciable, probablemente alguien que disfruta y conoce la música de Elvis Presley la aprecie aún más. El desenlace de todas formas resulta un tanto arbitrario, como si no hubiese habido otra idea con la que cerrar la película.

La próxima veo de ver Infancia Clandestina, en otra de las críticas atrasadas de Manifiesto Cine.

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